Catedral de Notre Dame, Paris Francia
El mundo moderno nos ha acostumbrado a una forma de vida en el que el tiempo hace de nosotros sus esclavos, y nos impide parar y ver lo que nos rodea con los ojos del alma, con la visión del pensador, del filósofo que es capaz de leer en los símbolos, y de buscar la sabiduría no sólo en los textos, sino también en el mundo que le rodea.
No era así durante los siglos XII y XIII cuando una verdadera revolución de la fe iluminó las artes y las ciencias dejándolas al servicio del espíritu, fue entonces cuando nació el siglo de las catedrales. Ese espíritu llevó al hombre de la vieja Europa a una fiebre de construir más de doscientas catedrales, en aquellos lugares donde se ubicaban las viejas y destartaladas iglesias, que ocupaban a su vez los ancestrales lugares de culto de los viejos pobladores del continente.
Fueron los constructores de las Catedrales, los que encarnando los principios de
Cada Catedral tiene, sin embargo sus propias características. No hay ninguna igual a otra, todas recrean las viejas normas de construcción dictadas por el maestro constructor, pero cada una de ellas guarda su singularidad además de su ubicación que las hace únicas.
Las Catedrales no eran solamente templos, como hemos dicho dedicados estrictamente al culto religioso, a su vez se convierten en lugares de encuentro, de discusión, de contemplación. De ello surge el concepto de la escuela-catedral donde se imparten conocimientos de las llamadas artes liberales divididas en el Trivium: Retórica, Gramática y Dialéctica. Y el Quadrivium: Aritmética, Geometría, Astrología y Música, siendo muy pronto
La tierra es el medio donde se desarrolla la vida, la naturaleza con todos sus elementos. Es el hábitat humano durante su estancia terrestre. El cielo es la sede de la luz de las potencias solares y de la divinidad, es aquí donde se anuda la construcción y se encarna a modo de bóveda. El nudo que ata este mundo es la piedra clave que concentra y difunde las fuerzas hacia las columnas, de la misma manera que el cielo difunde sus energías y se une con la tierra. El templo por excelencia,